Aprende a vivir más plenamente desarrollando tu comprensión de la naturaleza humana.

Todos queremos aprovechar al máximo nuestras preciosas vidas, y para mucha gente, eso significa tener un trabajo que nos guste y unas relaciones que valoremos. Pero aunque este deseo sea tan universal, muchos de nosotros luchamos por conseguirlo. A algunas personas puede gustarles su trabajo, pero el ajetreo diario las estresa. Otras pueden tener parejas a las que quieren, pero les resulta difícil negociar las diferencias de opinión.

Aunque nuestras circunstancias no sean ideales, siempre hay margen para mejorar nuestros niveles de felicidad. Y la mejor forma de hacerlo es comprendiendo la naturaleza humana. Una vez que sepas cómo estás programado tú -y cualquier otra persona-, podrás enfocar el trabajo y las relaciones de forma más estratégica para encontrar la felicidad y el sentido de cada día.

En este resumen aprenderás

  • cómo un viejo calcetín flojo puede mejorar tu salud mental;
  • cómo un calcetín viejo puede mejorar tu salud mental
  • qué ocurre realmente cuando la gente presume de sus hijos;y
  • la palabra de tres letras que hace magia cuando tratas de motivar a los demás.
  • Las tres letras que hacen magia cuando tratas de motivar a los demás.

No es el trabajo lo que te cansa, son tus emociones.

Tómate un momento para pensar cómo te sientes al final de una agotadora jornada laboral. ¿Te duelen los músculos? ¿Te duele la cabeza? ¿Te has quedado completamente sin energía?

Ahora reflexiona sobre lo que has estado haciendo durante todo el día. ¿Tu trabajo es físicamente exigente, o pasas la mayor parte del tiempo sentado en un escritorio?

Si tu trabajo no implica un trabajo duro, es fácil achacar el agotamiento laboral a la fatiga mental. Al fin y al cabo, tu cerebro está pensando seriamente durante al menos 40 horas a la semana. Por eso puede sorprenderte saber que tu cerebro puede funcionar con la misma eficacia después de 12 horas que cuando te sientas en tu escritorio con tu primera taza de café. Entonces, ¿por qué te sientes cansado todo el tiempo?

El influyente psiquiatra Dr. A.A. Brill creía que los factores emocionales son la causa principal de la fatiga de los trabajadores de oficina. La ansiedad y el sentirse poco apreciado te hacen producir tensión nerviosa. Y esa tensión es lo que te agota.

Piensa en lo que te ocurre físicamente cuando te sientes estresado en el trabajo. Puede que frunzas el ceño, tenses los ojos y encorves los hombros. Pero estas acciones no mejoran tu rendimiento. En lugar de eso, malgastan tus preciosas reservas de energía, y por eso te sientes tan cansado al final del día.

Por suerte, existe un antídoto: la relajación. Estar tenso es un hábito, uno malo, pero puedes elegir hacer de la relajación un hábito, incluso uno que practiques en el trabajo.

La relajación eficaz empieza por los ojos. Nuestros ojos requieren una cantidad significativa de la energía nerviosa de nuestro cuerpo. Por eso pueden sentirse tensos incluso si tienes una visión 20/20.

Acostúmbrate a cerrar los ojos varias veces al día y dedica un minuto entero a decirle en silencio a todos los músculos que controlan tus ojos que se relajen. Poco a poco, tus músculos empezarán a obedecer y la tensión desaparecerá. Una vez relajados los ojos, puedes centrarte en otra parte del cuerpo, como la mandíbula o los hombros. Imagina tu cuerpo como un calcetín flojo. El escritor Dale Carnegie llegó a guardar un viejo calcetín granate en su escritorio para recordarse a sí mismo que debía relajarse.

Estar cansado no significa que hayas trabajado bien, sino que lo has hecho de forma ineficaz. Al final de cada día, evalúa tu cansancio e identifica si fue el trabajo lo que te agotó, o cómo trabajaste lo que lo hizo. En el próximo resumen, analizaremos más detenidamente de dónde procede todo este cansancio, y cómo combatirlo.

No confundas agotamiento con aburrimiento.

Es viernes por la noche, y estás en casa tras otra agotadora semana de trabajo. Te duele la espalda, te duele la cabeza. Lo único que quieres es irte a la cama. Pero entonces te llama un amigo y te invita a salir de fiesta. Inmediatamente, te animas, te cambias y sales para una noche de diversión. Cuando llegas a casa a las 3 de la madrugada, no estás cansado en absoluto: estás zumbado. Te preguntas de dónde ha salido toda esa energía.

A menudo, es el aburrimiento lo que causa el cansancio, no el trabajo. En la década de 1930, el Dr. Joseph E. Barmack, profesor de psicología, hizo que un grupo de estudiantes hiciera exámenes que sabía que no les interesarían. Los estudiantes dijeron sentirse somnolientos, cansados e irritables. Algunos incluso tenían dolores de cabeza y malestar estomacal.

Estos alumnos no fingían estar enfermos. El aburrimiento disminuye la presión arterial y el consumo de oxígeno, que es lo que causaba los síntomas físicos de los estudiantes.

Probablemente hayas experimentado alguna vez una renovada explosión de energía al hacer algo que te entusiasma. Por eso, si te gusta una actividad físicamente exigente, como el alpinismo, puedes hacerla día tras día, aunque te duelan los músculos. La euforia mental supera la fatiga física.

El trabajo no es diferente. Si tu trabajo no te interesa, acabarás sintiéndote agotado. Puede que en teoría disfrutes con tu trabajo, pero las actividades accesorias en la oficina -como lidiar con las constantes interrupciones o resolver los problemas que han causado otros miembros del equipo- te impiden progresar. Es esa falta de progreso lo que te deja cansado y con un fuerte dolor de cabeza. Pero cuando eres productivo y estás en la zona, te inunda la energía.

Si no te gusta tu trabajo, no significa que estés condenado a la fatiga eterna. Sólo tienes que encontrar formas de generar interés por lo que haces, para poder aprovechar esa energía.

Una forma de hacerlo es marcarte un reto. Por ejemplo, si habitualmente pasas horas rellenando monótonamente formularios, cuenta cuántos formularios completas en una hora. Luego, intenta batir ese récord la hora siguiente. El sentido de la competición hará que una tarea aburrida sea más interesante.

A lo largo del día, redirige tus pensamientos hacia sentimientos positivos, como la felicidad, el valor y la paz. Reflexionar sobre aquello por lo que estás agradecido te ayudará a cambiar tu estado de ánimo cuando el aburrimiento del trabajo te deprima.

Cambia tu actitud ante las críticas.

Cuando el rey Eduardo VIII era un príncipe adolescente, aprendió una importante lección sobre la naturaleza humana. Por aquel entonces, asistía al Dartmouth College -una academia naval en Devonshire-, donde sus compañeros cadetes le daban patadas con regularidad. Cuando el comodoro del colegio preguntó a los cadetes por qué intimidaban al príncipe, éstos confesaron que, cuando el príncipe acabara ascendiendo al trono, querían presumir de haber pateado al rey.

Cuando la gente ataca a los demás, a menudo es porque son como esos jóvenes cadetes: quieren sentirse importantes. Les molesta la gente con mejor educación o más éxito que ellos. Así que, si te encuentras en la línea de fuego, puede que sea porque otras personas te envidian.

Si el arma elegida por tu agresor es la crítica injusta, es fácil enfadarse y ponerse a la defensiva. Y aunque no puedes controlar si alguien te criticará o no, sí puedes controlar cómo reaccionas. La crítica injusta es algo que puedes aprender a ignorar, aunque normalmente te encienda. La mayoría de las veces, mientras tú estás ocupado echando humo, los pensamientos de tu agresor ya han pasado a otra cosa. Todo el mundo está preocupado por su propia vida, así que nadie piensa en ti tanto como te imaginas. Sabiendo esto, te resultará más fácil seguir adelante.

Una forma de evitar reaccionar ante las críticas injustas es centrarte en seguir a tu corazón. Eleanor Roosevelt aprendió esta técnica de su tía Bye cuando era sólo una niña. El miedo de Roosevelt al juicio de los demás le impedía probar cosas nuevas. Pero su tía le dijo que si sabía en su corazón que era correcto hacer algo, debía hacerlo, independientemente de lo que pensaran los demás. Ese consejo ayudó a Roosevelt a superar todas las críticas que recibió durante el resto de su vida.

Otro método útil es reírse de las críticas injustas. El magnate americano del acero Charles Schwab aprendió esta lección de un viejo empleado alemán de su fábrica, al que sus colegas arrojaron a un río durante una discusión en tiempos de guerra. Schwab preguntó al alemán cómo había respondido al duro trato. El anciano respondió que se había reído. Dirigir palabras airadas a los agresores sólo alimentará la disputa. Pero una carcajada desarmará a tus agresores, haciendo imposible que continúen con su ataque.

El secreto para influir en los demás es el aprecio.

Todos los humanos compartimos el deseo de comida, sueño, salud, sexo y dinero. Pero hay otra poderosa necesidad que nos impulsa a todos: el deseo de sentirnos importantes. A esto se refería el psicoanalista Sigmund Freud cuando afirmaba que las personas están motivadas por un deseo de grandeza.

Aunque no todo el mundo aspira a ser un político poderoso o el jefe de una gran empresa, todos anhelamos ser apreciados y valorados. Pero a diferencia de nuestras otras necesidades cotidianas -como descansar lo suficiente o tener suficiente comida en la despensa-, nuestra necesidad de importancia a menudo queda insatisfecha. Por eso nos sentimos impulsados a presumir de nuestros hijos o a comprar un coche deportivo. Ni siquiera el hecho de convertirse en presidente hizo a George Washington inmune a esta necesidad. Quería que su título fuera “Su Poderosidad”.

Todos tenemos esta necesidad de sentirnos importantes, pero pocas personas aprovechan su potencial. En realidad, es el secreto para motivar a otra persona. Piensa en los gerentes de éxito que conoces. ¿Son los profesionales más capacitados técnicamente en sus campos, o son los que saben inspirar a sus equipos?

A menudo, cuando queremos que alguien haga algo por nosotros, recurrimos a la razón, a las amenazas o a dar órdenes. Pero no puedes obligar a alguien a hacer algo a menos que realmente quiera hacerlo. Es mucho más probable que obtengas el resultado que deseas expresando un aprecio sincero, porque ser valorado hace que una persona se sienta importante, satisfaciendo esa necesidad primaria. Una vez que sepas esto, podrás utilizar la gratitud y el estímulo para incentivar a los demás.

El aprecio sincero puede transformar vidas. Una profesora de Detroit pidió una vez a un escolar con problemas de visión llamado Stevie Morris que le ayudara a encontrar un ratón que se había perdido en su clase. Los agudos oídos de Stevie eran justo lo que necesitaba para localizar al ratón. Era la primera vez que alguien reconocía el don especial de Stevie, y despertó un poderoso talento en su interior. Aquel niño creció hasta convertirse nada menos que en el famoso cantante y compositor Stevie Wonder.

Cada persona con la que te relacionas -ya sean familiares, compañeros de trabajo o miembros de tu comunidad- comparte este deseo de ser valorada. Eso significa que estás en posición de potenciar y motivar a todas las personas que conozcas expresándoles tu aprecio. Puede ser algo tan sencillo como admirar la casita para pájaros que ha hecho tu hijo o agradecer a un dependiente su ayuda. A cambio, ganarás relaciones más profundas y seguidores entregados.

Conecta con los demás mostrando interés por ellos.

Cuando se trata de formar amistades, los humanos pueden aprender mucho de los perros. Piensa en lo que ocurre cuando conoces a un perro. Te mirará y moverá la cola. Puede que incluso se acerque a ti y te lama la mano. Lo que ocurre es que está mostrando un interés genuino por ti, y eso te atrae hacia él.

La gente no es así.

Las personas no son diferentes. Si muestras un interés sincero por alguien, lo atraerás hacia ti como un imán. Esto se debe a que los seres humanos están más interesados en sí mismos que en cualquier otra cosa. Por lo tanto, al mostrar interés por alguien, estás apelando a su mayor preocupación.

Si tienes alguna duda de que cada persona se ocupa principalmente de sí misma, ten en cuenta un estudio realizado por la Compañía Telefónica de Nueva York. Tras analizar las llamadas telefónicas, descubrió que la palabra más utilizada era “yo”. En sólo 500 llamadas, el “yo” se utilizó 3.900 veces.

Si aún tienes dudas, piensa hacia dónde se dirige primero tu mirada cuando miras una fotografía de grupo en la que estás. Directamente a ti mismo, ¿verdad? Las inclinaciones egocéntricas de la humanidad son la razón por la que siempre te sentirás atraído por alguien que se interese por ti.

Demostrar interés por alguien que se interesa por ti.

Mostrar interés por los demás es una forma poderosa de ganarse la lealtad. Todos los que trabajaron con Theodore Roosevelt le querían, incluso sus sirvientes. Esto se debía a que se tomaba el tiempo necesario para aprender sus nombres y saludarlos a todos en persona. Recordaba sus aficiones, como la observación de aves, y se interesaba por ellas. Nadie estaba por debajo de su atención, lo que le hizo ganarse el corazón de todos en la Casa Blanca. Esto le granjeó la simpatía de su personal, que permaneció ferozmente leal, incluso cuando terminó su etapa como presidente.

Para conectar con los demás, cambia tu enfoque hacia lo que puedes hacer por ellos. No necesitas realizar grandes gestos. Los actos pequeños y desinteresados son poderosos. Por ejemplo, cuando Carnegie conocía a alguien con quien quería entablar amistad, fingía interés por la astrología y le preguntaba cuándo era su cumpleaños. Memorizaba la fecha y la anotaba en su diario al llegar a casa. De ese modo, podía enviarles un mensaje el día de su cumpleaños, lo que les hacía sentirse valorados y estrechaba el vínculo entre ellos.

No se puede hacer cambiar de opinión a alguien diciéndole que está equivocado.

Theodore Roosevelt fue una de las figuras más destacadas del siglo XX. Pero a pesar de su inteligencia y poder, sabía que no tendría razón el 100% de las veces. De hecho, creía humildemente que acertar el 75% de las veces sería un logro extraordinario.

La persona normal no es un gran líder como Roosevelt. Y, sin embargo, la mayoría de nosotros nos comportamos como si siempre tuviéramos razón. Nos apresuramos a decir a los demás que ellos también se equivocan.

Pero esto rara vez ocurre.

Pero esto rara vez conduce al resultado que esperamos. En lugar de hacer cambiar de opinión a nuestros oponentes, sólo herimos su orgullo y su autoestima. Esto les vuelve resentidos o agresivos. Y una vez que una persona se encuentra en este estado, no puedes influir en ella.

Si te dan una información que te parece errónea, en lugar de decirlo abiertamente, sugiere que tal vez se han equivocado y que tendrás que explorar los hechos para poder arreglar el asunto. Nadie puede oponerse a que quieras reconsiderar tu postura reexaminando los hechos. Y al hacerlo, tú y tu oponente desenterraréis la verdad.

Independientemente de quién tenga razón, cuando admites que puedes estar equivocado, transformas la situación de un encuentro potencialmente agresivo a uno con margen para la apertura de miras. Al admitir que no siempre tienes razón, creas espacio para que tu oponente haga lo mismo.

Todos los seres humanos somos ilógicos, parciales y susceptibles al orgullo y al miedo. Así que, a menos que nos sintamos seguros y respaldados, nos aferraremos apasionadamente a nuestras posturas. Por ejemplo, Carnegie compró una vez cortinas nuevas para su casa. La factura era enorme y Carnegie se lamentó de ello ante una amiga. Ésta le dijo con suficiencia que el decorador se había aprovechado de él y le había cobrado de más. Esto hirió el orgullo de Carnegie así que, aunque su amiga tenía razón, defendió su elección diciendo que la calidad tenía un precio.

Al día siguiente, le visitó otra amiga. Se entusiasmó con las nuevas cortinas, deseando poder permitirse un mobiliario tan fino. Su carácter afable hizo que Carnegie se sintiera lo bastante cómodo como para admitir que él tampoco podía permitírselas y que encargarlas había sido un error.

Carnegie pudo asumir su error porque no se sintió reprendido ni atacado. Si hay espacio para la comprensión, es más probable que admitamos que nos equivocamos.

Usa la positividad para ganar apoyos.

Sócrates de Atenas fue uno de los mayores filósofos del mundo. Su método para explorar un argumento revolucionó el curso del pensamiento humano. En lugar de imponer sus ideas a los demás, Sócrates planteaba a sus oponentes una serie de preguntas, formuladas para que respondieran afirmativamente. Cada pregunta actuaba como un peldaño, llevando a los oponentes a una conclusión con la que quizá nunca hubieran estado de acuerdo en un principio. De este modo, Sócrates cambiaba su punto de vista.

Cuando dices que no, todo tu cuerpo se pone en guardia para protegerse del rechazo. Tus sistemas nervioso, glandular y muscular se ponen en guardia, cerrándote a otras posibilidades. En cambio, una respuesta afirmativa abre tu actitud. Por eso los oradores expertos siempre empiezan cualquier debate provocando una respuesta afirmativa de su público.

Siempre nos interesan más los pensamientos que sentimos como propios, por eso este método es más eficaz que intentar imponer ideas a los demás. Adolph Seltz, gerente de una sala de exposición de automóviles en Filadelfia, se dio cuenta de ello cuando necesitó motivar a su equipo de ventas, cuyo rendimiento era bajo. Reunió al equipo y les preguntó qué esperaban de él, anotando sus ideas en una pizarra. A continuación, les preguntó qué podía esperar de ellos a cambio. Así se creó una especie de negociación moral entre gerente y empleado basada en las ideas del equipo. El ejercicio revitalizó al equipo porque se habían implicado, y las ventas aumentaron exponencialmente.

Utilizar la implicación también puede ayudar a resolver las diferencias de opinión entre amigos o familiares. Por ejemplo, supongamos que quieres que tu familia vaya de vacaciones a Washington DC, pero tu pareja quiere ir a California. Una noche, durante la cena, podrías preguntarle a tu hija si le gustaría ver todos los lugares que ha estado estudiando en su curso de historia de EEUU. Si le encanta la idea, su entusiasmo plantará una semilla en la mente de tu pareja. Unas noches más tarde, es probable que sugiera que la familia vaya de vacaciones a la capital de la nación, ya que a tu hija le interesa tanto la historia Americana.

Permitir que otros reivindiquen la idea.

Dejar que los demás reivindiquen sus ideas de este modo no sólo te da lo que quieres, sino que también garantiza que los demás se sientan bien con la decisión. Al crear espacio para que la gente adopte las ideas en sus propios términos, todos acabáis con un resultado positivo.

Cambia tu forma de criticar para obtener resultados.

Un día, en la acería, Charles Schwab se fijó en unos empleados que fumaban. Estaban justo debajo de una señal de Prohibido Fumar, lo que le molestó. Pero Schwab era un maestro de la naturaleza humana. En lugar de enfadarse, les dio un puro a cada uno y les dijo que les agradecería que se los fumaran fuera. Estaba claro que sabía que habían infringido las normas. Pero al manejar la situación sin herir el ego de los hombres, se ganó su respeto y su conformidad.

Existen muchos conceptos erróneos sobre la crítica constructiva. La mayoría de la gente cree que empezar con un cumplido es la técnica correcta. Por ejemplo, una madre podría decirle a su hijo: “Reese, estoy orgullosa de que tus notas hayan mejorado, pero aún podrías hacerlo mejor en álgebra”

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En una afirmación como ésta, lo que sobresale es el pero. Reese olvidará rápidamente el elogio o se preguntará si sólo era un marco para la crítica. Debido a ese pero, Reese no se sentirá inspirado para esforzarse más.

Si quieres evitar una situación como ésta, cambia ese pero por un y. Por ejemplo, la madre de Reese podría decir: “Estoy orgullosa de que tu esfuerzo haya mejorado tus notas y creo que si sigues esforzándote, tus notas de álgebra también mejorarán”. Esto es mucho más eficaz que sugerir que Reese ha suspendido, porque indirectamente llama su atención sobre los aspectos en los que puede mejorar.

Hablar de tu trabajo.

Hablar de tus propios errores es otra forma útil de hacer una crítica constructiva. Por ejemplo, E. G. Dillistone, ingeniero de Manitoba (Canadá), se dio cuenta de que su nueva secretaria repetía los mismos errores ortográficos en la correspondencia que mecanografiaba. Entonces, Dillistone le contó que él también tenía problemas con la ortografía y que, para superarlo, escribía las palabras difíciles en un pequeño libro de índices que guardaba en su escritorio. Nunca estuvo seguro de si ella adoptó su sistema o no, pero después de aquella conversación, la calidad de su trabajo mejoró enormemente.

Dillistone no le dijo a su secretaria lo que tenía que hacer, sino que le enseñó una posible solución. Si eres gerente, esto es mucho más eficaz que limitarse a dar órdenes, porque a nadie le gusta que le digan lo que tiene que hacer. También da a los empleados la oportunidad de crecer, al tiempo que les hace sentirse valorados. Y es mucho menos probable que una persona valorada se rebele o se resienta.

Conclusiones

El mensaje clave de estas Conclusiones es que:

Como humanos, estamos profundamente influidos por nuestras emociones. Afectan incluso a nuestro metabolismo y niveles de energía. Si nos sentimos infravalorados, nos sentimos cansados, infelices y menos abiertos a la crítica constructiva. Pero una vez que comprendes cómo influyen tus emociones en tu funcionamiento, puedes tomar el control y empezar a mejorar la calidad de tu vida, disminuyendo tus niveles de estrés y rebajando la tensión con los demás. También puedes utilizar tus conocimientos para hacer que los demás se sientan más valorados, fomentando la positividad allá donde vayas.

Consejos Accionables:

Consejos Accionables:

Consejos Accionables:

Consejos Accionables.

Abraza lo que eres.

El miedo a lo que piensen los demás nos impide a muchos vivir con autenticidad. Como resultado, la mayoría de la gente sólo desarrolla el 10 por ciento de sus capacidades mentales potenciales, lo que supone una pérdida para ellos y para la comunidad. Si te cuesta vivir con autenticidad, reflexiona sobre las probabilidades que tienes de existir. La probabilidad de que seas concebido es de sólo 1 entre 300 billones. Y sin embargo, aquí estás, vivo ahora mismo. Así pues, acepta el conjunto único de genes y circunstancias que te han convertido en quien eres, y vive con autenticidad. Éste es el camino más verdadero hacia la felicidad.

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