Sí, parece un paseo por el parque, ¿verdad? Pero admitámoslo, las empresas se ven a menudo atrapadas en el torbellino de la confusión: demasiados cocineros estropeando el caldo o, peor aún, ni un alma a la vista para remover la olla. Entran en escena herramientas como RAPID, tu GPS para trazar los roles en la toma de decisiones, guiando a tus altos mandos para que involucren a la gente adecuada en el momento adecuado. Quién toma las decisiones, quién hace el trabajo preliminar, quién puede opinar… Ésa es la trifecta que nos ocupa.

El acrónimo RAPID es tu guía de referencia rápida para los protagonistas del juego de la toma de decisiones: recomendar, acordar, realizar, aportar y decidir. Puede parecer un poco confuso, pero bueno, hemos torcido un poco el orden para que sea pegadizo.

Recomienda

Los que llevan la insignia de “recomendar” son los encargados de hacer propuestas, recabar opiniones y hacer números para ir al grano. Tienen que aprovechar la sabiduría de los que aportan información, escuchar y, de paso, ganarse los corazones. Hablamos de hábiles negociadores armados con destreza analítica y una gran dosis de sentido común.

Acuerda

Los “de acuerdo” tienen poder de veto. Pueden aprobar o rechazar una propuesta. Cualquier veto desencadena una saludable pelea con el bando de los “recomendados”, que conduce a una revisión de la propuesta. Pero cuando las conversaciones chocan contra un muro o se alargan, es el momento de que intervenga el titular de la “D”.

Entrada

El grupo de “aportación” tiene voz y voto en la decisión. Su papel puede parecer decorativo, pero infravalóralo por tu cuenta y riesgo. Suelen ser los que mueven los hilos durante la implementación, así que su opinión es de oro. Sus aportaciones no tienen valor legal, pero dejarlas de lado puede hacer descarrilar tu decisión en la fase de ejecución.

Decide

La “D” representa al jefe de la toma de decisiones. Están en el asiento caliente, responsables de la decisión final, llueva o truene. También son los guardianes de la paz, que intervienen para salir de cualquier punto muerto y comprometen a la organización a entrar en acción.

Realiza

Una vez que el mazo golpea el bloque, alguien tiene que llevar a cabo la decisión. A menudo, los que “recomiendan” se ponen el sombrero de verdugo, poniendo su dinero donde está su boca.

Poner por escrito las funciones y responsabilidades es crucial, pero no olvidemos la importancia de un proceso ágil. Un laberinto de normas podría derrumbar tu proceso de toma de decisiones como un castillo de naipes. ¿El santo grial? Un proceso que sea preciso y a la vez lo bastante flexible para doblarse cuando sea necesario.

Si te topas con un bache en tu proceso, suele deberse a uno de estos tres culpables. En primer lugar, hay confusión sobre quién lleva la corona “D”. Demasiados contendientes por el título pueden llevar a una lucha de poder, estancando el proceso de toma de decisiones. ¿El otro extremo? Nadie quiere llevar la corona, dejando huérfanas decisiones críticas y a tu empresa en la estacada. En segundo lugar, demasiados jugadores con derecho de veto pueden amargar la vida a los “recomendados”. Un exceso de poder de veto suele indicar que la toma de decisiones no se delega eficazmente. En tercer lugar, un ejército de personas “de aportación” puede indicar una redundancia innecesaria. Tu proceso de toma de decisiones podría estar convirtiéndose en un festival de conversaciones, con escasos avances sustanciales.