Conviértete en un mejor líder buscando retos, no soluciones.

¿Te sientes alguna vez frustrado porque la gente no sigue tus buenos consejos? ¿O acabas agotado por intentar ayudar a demasiada gente?

Estos sentimientos se deben a que eres esclavo de tu Monstruo del Consejo, esa voz interior que constantemente quiere decir a los demás lo que tienen que hacer.

En este resumen, aprenderás exactamente de dónde procede esa voz y por qué la necesidad de proponer soluciones todo el tiempo puede ser tan destructiva para tus relaciones y tu capacidad de liderazgo.

Descubrirás por qué es tan destructiva para tus relaciones y tu capacidad de liderazgo.

Descubrirás cómo dominar el arte de escuchar y por qué, en última instancia, hacer preguntas es más importante que dar consejos. Y verás cómo todas estas cosas pueden ayudarte a desarrollar la empatía y la humildad, a medida que te das cuenta de que no eres el único con buenas ideas.

En este resumen, aprenderás

    • por qué intentar salvar a la gente la aleja aún más;
    • cómo nuestros cerebros están programados para protegernos de las situaciones estresantes;
    • por qué la gente intenta salvar a los demás
    • por qué la gente intenta sabotear sus propias sesiones de coaching
    • .

    Dar consejos no deseados obstaculiza la búsqueda de soluciones reales.

    Todos hemos tenido la experiencia de querer dar consejos cuando alguien está hablando de un problema. Antes de que nos demos cuenta, nos vienen a la cabeza soluciones que nos morimos por compartir.

    ¿Por qué?

    Entonces, ¿por qué no? ¿No es útil acudir en ayuda de alguien cuando tiene dificultades?

    Bueno, hay algunas situaciones en las que sin duda es útil dar consejos. Por ejemplo, si alguien pregunta dónde está el baño, sería un poco raro no decirle cómo encontrarlo. Pero, la mayoría de las veces, nuestro instintivo deseo de decirle a la gente lo que tiene que hacer es, en realidad, contraproducente.

    La clave de todo esto es que hay que ayudar a los demás.

    El mensaje clave aquí es: Dar consejos no deseados obstaculiza la búsqueda de soluciones reales.

    Vamos a ver lo que ocurre. A menudo, cuando la gente nos cuenta sus problemas, estamos tan desesperados por decirles lo que tienen que hacer que no escuchamos realmente lo que dicen. Puede llevar un tiempo que alguien vaya al grano. Si nos lanzamos a aconsejarles demasiado pronto, corremos el riesgo de aconsejarles algo equivocado porque no nos hemos tomado el tiempo necesario para escuchar lo que realmente les preocupa.

    Incluso si les decimos lo que tienen que hacer, no les escuchamos.

    Incluso si acertamos, la mayoría de las veces acabaremos dando consejos mediocres. Eso se debe a que la mayoría de nosotros no escuchamos con la suficiente profundidad para captar la información necesaria. En su lugar, nos basamos en conocimientos limitados y en nuestras propias suposiciones para encontrar una solución. En nuestra prisa por encontrar una solución rápida, nos aferramos a la primera idea que se nos ocurre en lugar de descartar unas cuantas y buscar la mejor.

    La mayoría de nosotros no escuchamos lo suficiente.

    Dar consejos compulsivamente también afecta a nuestro bienestar. Es agotador intentar resolver los problemas del mundo y hacer el trabajo de los demás por ellos todo el tiempo. Y si eres un líder empresarial, pasar todo el tiempo metido en los problemas de los demás significa que no tienes tiempo para ver el panorama general.

    También es agotador dar consejos a los demás.

    Tampoco es divertido recibir un aluvión de consejos no solicitados. Puedes sentirte menoscabado, como si la gente no confiara en que puedas tomar tus propias decisiones o encontrar soluciones por ti mismo.

    Los que damos consejos constantemente somos nuestros peores enemigos. Al subestimar las capacidades de las personas que nos rodean, estrangulamos la innovación y nos agotamos a nosotros mismos. Para romper el ciclo, debemos enfrentarnos a nuestros Monstruos del Consejo internos.

    Todos vivimos con un Monstruo del Consejo interno, ¡y es hora de controlarlo!

    Esa voz que te susurra al oído -la que dice que tú tienes todas las soluciones- es tu Monstruo del Consejo personal. Tu Monstruo del Consejo es una parte importante de tu personalidad que se desarrolló en momentos en los que estabas estresado y querías sentirte más en control de una situación. El monstruo suele tener tres tipos de personalidad.

    El primero se llama “Cuéntalo”. Este monstruo te convence de que la única forma de añadir valor a una situación es ser la autoridad principal y tener siempre las respuestas correctas. Le encanta acaparar el centro de atención y explicar, a voz en grito, por qué su opinión es más importante que la de los demás.

    El mensaje clave aquí es: Todos vivimos con un Monstruo del Consejo interno, ¡y ya es hora de controlarlo!

    El segundo tipo de Monstruo del Consejo es el Monstruo del Consejo.

    El segundo tipo de Monstruo del Consejo se llama “Sálvame”. Esta persona es más discreta, por lo que es más difícil de detectar. Los “ahorradores” no se suben a una tribuna para gritar sus ideas, pero están igualmente convencidos de que tienen todas las soluciones. Es más, creen que ellos -y sólo ellos- pueden salvar la situación, y que es su responsabilidad moral hacerlo.

    Por último, existe el Monstruo del Consejo más manipulador de todos: el personaje “Contrólalo”. Este monstruo quiere convencerte de que mantengas un férreo control sobre todas las cosas en todo momento, o te arriesgas a sumir tu mundo en el caos. Te enseña que no se puede confiar en los demás, así que debes dirigir valientemente el barco tú solo… ¡o si no!

    No hace falta mucha imaginación para descubrir cómo estos Monstruos del Consejo pueden limitar nuestras vidas. Nos impiden dejar entrar a otras personas y abrirnos a otras formas de ver el mundo. Y nos cargan con cantidades imposibles de responsabilidad, haciéndonos creer que somos superhéroes destinados a salvar el mundo con un consejo cada vez.

    Entonces, ¿cómo podemos librarnos de estos monstruos?

    La mala noticia es que no podemos: forman parte de nuestra personalidad. De hecho, se desarrollaron para ayudarnos a afrontar emociones difíciles. Deshacernos de ellos sería negar partes importantes de nosotros mismos.

    La buena noticia es que, aunque no podemos deshacernos de ellas, podemos domarlas y hacer que trabajen con nosotros en lugar de contra nosotros. Pero primero, tenemos que conocerlos mejor.

    Las situaciones estresantes pueden desencadenar nuestros Monstruos de los Consejos.

    Al igual que los cachorros tienden a empezar a ladrar excitados cada vez que pasa un coche, hay ciertas cosas que desencadenarán nuestros Monstruos de los Consejos y los harán aún más ruidosos. Para empezar a domar a tu monstruo, tienes que identificar tus desencadenantes personales. ¿Qué personas -y qué situaciones- son más propensas a activar tus reflejos de aconsejar?

    Para el autor, es el tiempo que pasa con su hermano. Por muy atento que intente ser, hay algo en el hecho de estar con su hermano que hace que le pique el gusanillo de controlar la situación.

    El mensaje clave aquí es: Las situaciones estresantes pueden desencadenar nuestros Monstruos del Consejo.

    Para otros, estar rodeados de desconocidos puede desencadenar su Monstruo del Consejo. O estar con personas que parecen menos experimentadas que ellos. Una vez que hayas identificado a las personas que despiertan este impulso, empieza a identificar las situaciones. ¿Te sientes obligado a dar consejos en el trabajo? ¿Y en los debates políticos? ¿O cuando te sientes fuera de ti?Estos desencadenantes son únicos, y diferirán de una persona a otra.

    A continuación, empieza a pensar en cómo te comportas en las situaciones desencadenantes. ¿Qué hace tu Monstruo del Consejo cuando entra en acción? ¿Das a tus compañeros soluciones que no han pedido? ¿O intentas tomar el control llenando silencios cuando sales con alguien? Puede que este ejercicio te dé escalofríos, pero es importante ser sincero. Tener ejemplos concretos te ayudará a romper el ciclo de dar consejos.

    Una vez que tengas buenos ejemplos, podrás empezar a analizar los beneficios -y los costes- de tu comportamiento compulsivo de dar consejos. Seguimos dando consejos porque obtenemos una pequeña recompensa por hacerlo. Por ejemplo, puedes sentirte útil o inteligente cuando se te ocurre una solución. O puedes sentirte en control cuando dominas una reunión. Pero también habrá un coste.

    Dar consejos constantemente puede afectar negativamente a tus relaciones y a tu potencial para liderar, dejándote aislado y abrumado. Para cambiar y crecer de verdad, debes renunciar a la gratificación inmediata y trabajar en la construcción de un “futuro tú” que no dé consejos como reflejo o por miedo. Piensa en lo que será posible cuando dejes de intentar controlar las situaciones y, en su lugar, puedas simplemente estar con la gente sin ninguna agenda.

    En lugar de proponer soluciones, tenemos que hacer más -y mejores- preguntas.

    Los niños pequeños son famosos por hacer preguntas mientras observan el mundo que les rodea. ¿Por qué las mariquitas son rojas? ¿Por qué almorzamos bocadillos de mantequilla de cacahuete? ¿Por qué esa compañera de clase tiene dos madres?

    Son francos y abiertos y muy, muy curiosos. Pero a medida que crecemos, perdemos ese arte vital de hacer preguntas, y en su lugar empezamos a querer decirle a todo el mundo lo que pensamos. Si queremos convertirnos en buenos líderes, es hora de volver a lo básico.

    El mensaje clave aquí es: En lugar de proponer soluciones, tenemos que hacer más preguntas, y mejores.

    Entonces, ¿cómo aprendemos a hacer buenas preguntas? Lo más importante es que sean breves y sencillas, y que sean realmente abiertas. Por ejemplo, empezar una conversación preguntando “¿Qué tienes en mente?” permite a la otra persona responder de la forma que quiera. Mientras que las preguntas que empiezan con frases como “¿No estarías de acuerdo en…?” o “¿No crees que…?” son en realidad afirmaciones que simulan ser preguntas. Cierran la conversación.

    Una vez que obtengamos una respuesta a nuestra primera pregunta, debemos reprimir el impulso de lanzarnos a dar consejos y, en su lugar, hacer preguntas de seguimiento como “¿Qué más?”. Esta sencilla pregunta es muy poderosa porque obliga a la gente a profundizar y a revelar cualquier problema subyacente que se les haya pasado por alto.

    Otro gran seguimiento es preguntar: “¿Cuál es el verdadero reto para ti aquí?” Por supuesto, cuando obtengas una respuesta, tu Monstruo del Consejo te pedirá a gritos que le des la solución perfecta pero no lo hagas. En lugar de eso, hazle aún más preguntas. Impúlsale a pensar por sí mismo qué acciones quiere emprender. Por ejemplo, podrías decir: “¿Qué quieres?” o “Si dices que sí a esto, ¿a qué debes decir que no?”

    Una buena forma de terminar la conversación es preguntar: “¿Qué fue lo más útil o valioso aquí para ti?”. Dar a alguien la oportunidad de formularlo por sí mismo es mucho más útil que sermonear.

    Al empezar a hacer grandes preguntas, alimentas la cualidad más importante que puedes tener como líder: la curiosidad. Al tomarte el tiempo de escuchar a las personas que te rodean, les das el espacio para sintonizar con su propia sabiduría interior, y construyes un sentido de autonomía y propósito.

    La gente hará cualquier cosa para tratar de evitar tener una conversación vulnerable.

    Al hacer preguntas, notarás que algo importante empieza a cambiar: en lugar de estar gobernado por tu Monstruo del Consejo, empezarás a adoptar un hábito de coaching, lo que significa que estás más interesado en ayudar a identificar los retos que en llegar con respuestas perfectas.

    Pero a veces, al hacer grandes preguntas, estás más interesado en ayudar a identificar los retos que en llegar con respuestas perfectas.

    Pero a veces, a pesar de tus mejores esfuerzos, te quedarás atascado en una conversación que no va a ninguna parte. Haces las preguntas adecuadas, pero sigues sin llegar al meollo del problema. Eso significa probablemente que te enfrentas a un “Foggy-fier” Los “Foggy-fiers” son trampas conversacionales que, al igual que la niebla, pueden ocultar lo que realmente ocurre. La buena noticia es que cuanto antes aprendas a detectarlas, antes podrás hacerlas desaparecer.

    El mensaje clave aquí es: La gente hará lo que sea para intentar evitar tener una conversación vulnerable.

    A veces, una conversación se queda en lo superficial porque ninguna de las dos personas quiere mostrarse vulnerable. Así que os conformáis con un tema seguro con el que ambos os sintáis cómodos, aunque no suponga un reto.

    O la persona a la que estás asesorando podría estar intentando inconscientemente distraerte de lo que realmente está pasando. Por ejemplo, entra en la sesión y habla sin parar de alguien que le irrita. Si no tienes cuidado, pasarás por alto el hecho de que te han desviado completamente hacia el “coaching del fantasma”: ¡analizar a alguien que ni siquiera está en la sala! Si eso ocurre, tienes que volver a centrarte suavemente, preguntando: “¿Por qué te importa esto a ti?

    O, a veces, alguien llega a la sesión con una lista abrumadora de problemas sin relación entre sí, que os desconcierta a ambos por completo, un fenómeno que el autor describe como “Popcorning”. En este caso, debes pedirle que elija el reto que considere más importante y empezar por ahí.

    Otras distracciones pueden ocurrir.

    Otras distracciones incluyen hablar en abstracto, lo que el autor describe como “Big-Picturing”. O lanzarse a historias largas y detalladas que no van a ninguna parte – lo que el autor llama “Yarning”. Por mucho que a todos nos guste una buena historia o una conversación teórica, estas tácticas son problemáticas porque distraen del trabajo real y vulnerable. Como coach, debes llamar la atención sobre ello con delicadeza y, una vez más, formular una pregunta de enfoque.

    La gente utiliza los Foggy-fiers para evitar mantener conversaciones desafiantes y vulnerables. Al hacer preguntas de sondeo, les das la oportunidad de identificar sus propios bloqueos y llevar la conversación al siguiente nivel. Aprenderemos más sobre esto en el siguiente resumen.

    Para mantener conversaciones transformadoras, tienes que hacer que la gente se sienta segura.

    El cerebro humano está constantemente alerta, oteando el horizonte en busca de amenazas. Cuando siente que se acerca algo destructivo, pone en marcha nuestros mecanismos de supervivencia.

    Cuando nos sentimos seguros, nos sentimos seguros.

    Cuando participamos en una conversación desafiante o incómoda, ocurre lo mismo: el cerebro entra en acción, haciendo sonar la alerta para activar estos mismos modos de supervivencia. Como resultado, o bien entramos en modo “lucha” y nos volvemos antagonistas o defensivos, o bien nos apagamos por completo, entrando en modo “congelación”.

    Por supuesto, éstas no son el tipo de reacciones que quieres cuando intentas mantener una conversación difícil con alguien.

    El mensaje clave aquí es: Para tener conversaciones transformadoras, tienes que hacer que la gente se sienta segura.

    Hay cuatro tácticas importantes que puedes utilizar para hacer que alguien se sienta seguro. La primera es ponerte de su parte. Muéstrate empático y refleja lo que dicen con gestos de ánimo y un lenguaje positivo. Utiliza palabras como “nosotros” y “nos” para demostrar que estáis en el mismo equipo, afrontando juntos el problema. Si alguien se siente apoyado, es mucho menos probable que se ponga a la defensiva.

    La segunda cosa que puedes hacer es mostrar respeto, dejando claro que eres del mismo rango. Las relaciones humanas implican mucho juego de poder, en el que las personas se miden entre sí para averiguar quién es más fuerte. Como entrenador, tienes que renunciar a esa necesidad de poder y control, y ser vulnerable con las personas a las que entrenas. Comparte tu proceso y tus inseguridades, y demuéstrales que valoras sus opiniones tanto o más que las tuyas.

    Sentirse como un igual también les dará una sensación de autonomía, que es el tercer elemento esencial para sentirse seguros. Si la gente siente que tiene algo que decir en el proceso, será mucho más probable que se abra.

    Por último, siempre debes gestionar las expectativas y nunca sorprender a nadie, ya que eso les pondrá nerviosos al instante. Introducir una estructura para la sesión también puede ayudar a que se tranquilicen, al igual que asignar tiempos para las distintas tareas.

    Por último, siempre debes controlar las expectativas y no sorprender a nadie, ya que eso les pondrá nerviosos al instante.

    Al crear un entorno seguro y de apoyo, evitarás los mecanismos de supervivencia que desconectan a las personas y les ayudarás a participar en el tipo de conversaciones exigentes y emocionantes que cambiarán sus vidas.

    Para ser un buen coach, tienes que aprender a ser coachable.

    Incluso el alpinista más intrépido no escalará el Monte Everest de una sola vez. Da un paso hacia atrás por cada dos hacia delante, asegurándose de descansar y aclimatarse a los cambios de presión atmosférica que se producen entre medias.

    Domina a tu Monstruo del Consejo.

    Domeñar a tu Monstruo del Consejo y desarrollar tu mentalidad de entrenador será un proceso igualmente gradual. Puede que sientas que progresas y luego vuelvas a las andadas. Puede ser frustrante, pero recuerda: ¡estás cambiando los hábitos de toda una vida! Por supuesto, te llevará tiempo conseguirlo.

    El mensaje clave aquí es: Para convertirte en un buen entrenador tienes que aprender a ser entrenable.

    La mejor forma de desarrollar tus músculos de entrenador es a través de la práctica. El coaching no es algo que tenga que ocurrir a puerta cerrada en una sesión especial. Puedes utilizar las habilidades clave de escuchar y hacer preguntas en cada interacción que tengas. Haz a tu familia preguntas abiertas sobre su día. Interroga a tus colegas sobre cómo creen que podéis resolver los problemas juntos. Aprovecha todas las oportunidades para ser curioso y ampliar tu visión del mundo.

    El coaching no sólo tiene que darse cara a cara, también puede darse por teléfono, por Zoom y por Skype. Y los correos electrónicos y los mensajes de texto también son lugares estupendos para poner en práctica tus nuevas habilidades. Deja que la mentalidad del coaching se filtre en todos los aspectos de tu vida.

    Pero para seguir aprendiendo, no sólo debes practicar el coaching, sino también ser coachable. Eso significa pedir opiniones sobre cómo lo estás haciendo, e intentar mejorar tu rendimiento siempre que puedas.

    También significa conseguir un equipo que te ayude a mejorar tu rendimiento.

    También significa conseguir tu propio coach. Ser entrenado te ayudará a identificar tus obstáculos. ¿Cómo intentas evitar el proceso de coaching? ¿Qué te hace sentir vulnerable y cómo lo afrontas? Si te pones en contacto con estas cosas, serás más eficaz en tu trabajo con otras personas, porque serás más empático y comprensivo con lo que están pasando.

    Aprender a domar a tu Monstruo del Consejo es una tarea que dura toda la vida. Pero, como escalar el Everest, el viaje es tan importante como el destino. En lugar de castigarte por no llegar lo bastante rápido, disfruta del proceso y celebra tu voluntad de aprender y crecer.

    Conclusiones

    El mensaje clave de estas Conclusiones:

    La mayoría de nosotros vamos por ahí dando consejos compulsivamente porque hemos interiorizado la idea de que sólo podemos añadir valor a una situación si tenemos buenas soluciones. Pero decir a la gente lo que tiene que hacer todo el tiempo resulta contraproducente si nos impide escuchar lo que realmente están diciendo. En lugar de soltar consejos, debemos dominar el arte de hacer preguntas de sondeo. De este modo, podemos identificar lo que realmente supone un reto para alguien, y permitirle que descubra sus propias soluciones.

    Consejos Accionables:

    Consejos Accionables:

    Consejos Accionables:

    Consejos Accionables.

    Comprueba si tus consejos han calado.

    De vez en cuando, te pedirán que des un consejo, ¡lo que puede resultar complicado cuando has pasado tanto tiempo intentando huir de él! Pero ofrecer una solución meditada es distinto de dar una opinión precipitada. Si estás seguro de que tu consejo es necesario, dalo generosamente, dejando claro que se trata sólo de un enfoque para resolver el problema. Una vez hecho esto, comprueba si tu consejo ha “aterrizado” confirmando que era lo que realmente buscaba el oyente.

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    Qué leer a continuación: El hábito de entrenar, de Michael Bungay Stanier

    A estas alturas, te habrás inspirado para intentar domar a tu Monstruo del Consejo y hacer buenas preguntas en lugar de lanzarte con soluciones. Si es así, estás en el buen camino para desarrollar una buena mentalidad de coaching. Si quieres reforzar aún más esas habilidades, entonces te recomendamos encarecidamente el resumen de El hábito de entrenar, el primer libro de Bungay Stanier.

    Aprenderás más sobre los beneficios de un enfoque de coaching para el liderazgo, y cómo puede influir positivamente en tu lugar de trabajo. También descubrirás cómo conocer mejor a tu equipo e identificar sus principales necesidades y deseos. Por último, recogerás estrategias prácticas y eficaces para integrar una mentalidad de coaching en todos los aspectos de tu vida. Si estás preparado para dar el siguiente paso y convertirte en un líder empático e influyente, entonces el resumen de El hábito del coaching puede ser justo lo que necesitas.

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