En la búsqueda del crecimiento y el éxito, a menudo buscamos una navegación tranquila y victorias fáciles. Queremos que nuestros equipos sobresalgan sin esfuerzo, resolviendo problemas sin esfuerzo y logrando resultados sin sudar. Pero, ¿y si el camino hacia el verdadero crecimiento consistiera en aceptar la lucha? ¿Y si, al permitir que nuestros equipos se enfrenten a retos y atraviesen situaciones difíciles, podemos liberar su potencial sin explotar y crear un entorno propicio para el desarrollo continuo?

Como gerentes, a veces caemos en la trampa de la “marginación benévola”, un enfoque bienintencionado en el que protegemos a determinadas personas de tareas o proyectos difíciles. Puede parecer una forma de protegerles del fracaso o evitarles el estrés, pero inadvertidamente limita sus oportunidades de crecimiento y refuerza las desigualdades dentro del equipo. Cuando retenemos tareas desafiantes o protegemos a los miembros del equipo de situaciones difíciles, les negamos involuntariamente la oportunidad de aprender, crecer y descubrir sus verdaderas capacidades.

Permíteme compartir una historia que pone de relieve el poder de aceptar la lucha. Imagina una startup tecnológica en la que la gerente, Sarah, se dio cuenta de que su equipo tenía dificultades con un proyecto complejo. Al principio, pensó en intervenir y dar todas las respuestas. Sin embargo, eligió otro camino. Decidió dejar que su equipo luchara y encontrara sus propias soluciones, ofreciéndole orientación y apoyo durante el proceso. No le resultó fácil resistirse al impulso de intervenir, pero creía que haciéndolo podría liberar su verdadero potencial.

Cuando el equipo se enfrentó a los retos, ocurrió algo extraordinario. Empezaron a colaborar más, a buscar perspectivas diversas y a experimentar con nuevas ideas. A través de sus luchas, descubrieron soluciones innovadoras que a Sarah nunca se le habrían ocurrido. La confianza del equipo se disparó y su crecimiento se aceleró. Lo que antes parecía insuperable se convirtió en una oportunidad para demostrar su talento y aprender lecciones inestimables. Al aceptar la lucha, Sarah transformó a su equipo en una fuente de creatividad y resistencia.

Para navegar eficazmente por la zona de lucha, la seguridad psicológica es esencial. Cuando los miembros del equipo se sienten seguros para asumir riesgos, expresar sus ideas y aprender de los fracasos sin temor a represalias o juicios, se vuelven más resistentes y abiertos al crecimiento. Como líderes, debemos fomentar un entorno que favorezca la colaboración, la diversidad de perspectivas y la retroalimentación constructiva. Al crear una cultura de seguridad psicológica, capacitamos a las personas para salir de sus zonas de confort, explorar territorios desconocidos y superar los límites de sus capacidades.

Aceptar la lucha exige un cambio de mentalidad. Exige abandonar la visión tradicional de los contratiempos como fracasos y replantearlos como oportunidades de aprendizaje y desarrollo. Adoptar una mentalidad de crecimiento significa aceptar los retos, buscar retroalimentación y persistir ante la adversidad. Significa celebrar el esfuerzo, la resistencia y la voluntad de aprender de los errores. Al normalizar la lucha y promover una mentalidad de crecimiento, cultivamos una cultura que se nutre de los retos y se esfuerza continuamente por mejorar.

Desbloquear el crecimiento del equipo a través de la lucha no está exento de dificultades. Requiere valor, confianza y la voluntad de perder el control. Como líderes, debemos resistirnos al impulso de microgestionar y, en su lugar, capacitar a nuestros equipos para que se apropien de sus viajes de crecimiento. Significa proporcionar apoyo, orientación y recursos, al tiempo que permitimos a los individuos navegar por sus propios caminos, cometer errores y aprender de ellos. Al hacerlo, desbloqueamos una gran cantidad de potencial sin explotar, fomentamos una cultura de mejora continua y cultivamos un equipo ágil, adaptable y preparado para superar cualquier obstáculo.

Cuando aceptamos la lucha como parte integrante del proceso de crecimiento, cosechamos numerosas recompensas. Nuestros equipos se vuelven más resistentes, ingeniosos y adaptables. Desarrollan un mayor sentido de autoeficacia y confianza, sabiendo que pueden superar retos y abordar problemas complejos. Además, aceptar la lucha fomenta una cultura de aprendizaje y mejora continuos, impulsa la innovación y propulsa al equipo hacia nuevas cotas de éxito.

¿Cómo fomentas la lucha y el crecimiento en tu equipo? Comparte tus experiencias y estrategias para crear un entorno que acepte los retos e impulse a los miembros del equipo a alcanzar su pleno potencial. Iniciemos un debate sobre el poder transformador de aceptar la lucha en la búsqueda del crecimiento. Juntos, podemos inspirar y capacitar a otros para liberar el potencial sin explotar de su equipo y crear una cultura de desarrollo continuo.