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Gestión propia

Señales de que es demasiado testarudo

por Muriel Maignan Wilkins

Son testarudos. Les encantan los tacones. Ya conoce el tipo: personas que son demasiado tercas para su propio bien. Si bien es fácil señalar con el dedo a otras personas que muestran este comportamiento, puede resultar difícil reconocer este rasgo en uno mismo. Estas son las señales de que está siendo demasiado inflexible:

  • Mantiene una idea o un plan, o insiste en exponer su punto de vista, incluso cuando sabe que se equivoca.
  • Haga lo que quiera hacer aunque nadie más quiera hacerlo.
  • Cuando otros presentan una idea, tiende a señalar todas las razones por las que no funciona.
  • Siente visiblemente enfado, frustración e impaciencia cuando otros intentan persuadirlo de algo con lo que no está de acuerdo.
  • Acepta o se compromete a medias con las peticiones de los demás, cuando sabe desde el principio que va a hacer algo completamente diferente.

La terquedad es el lado feo de la perseverancia. Quienes muestran este atributo se aferran a la idea de que son apasionados, decisivos, llenos de convicción y capaces de mantenerse firmes, todas ellas características de liderazgo admirables. Ser terco no siempre es malo. Pero si se mantiene firme por razones equivocadas (por ejemplo, no puede soportar equivocarse, solo quiere hacer las cosas a su manera), ¿realmente está haciendo lo correcto?

Tomemos como ejemplo a Joe, un alto ejecutivo al que entrené. Joe era conocido por su imponente presencia y por impulsar los resultados dentro de la organización. Su decisión y su capacidad para centrarse en los problemas y soluciones clave lo convirtieron en un activo valioso para su empresa. Sin embargo, hubo momentos en los que Joe estaba cegado por sus propias habilidades y no podía ver otras líneas de acción que fueran lo mejor para la empresa y las partes interesadas fundamentales. Después de que Joe continuara con sus planes de reorganizar una división, a pesar de la cautela de su jefe y de la junta en contra, su jefe describió acertadamente la situación de la siguiente manera: «Joe se centra tanto en lo que quiere hacer que no se da cuenta de que está ganando la batalla, sino que está perdiendo la guerra».

Usted y su equipo

Al igual que Joe, el individuo demasiado testarudo suele ser víctima de una victoria pírrica. Si bien consigue lo que quiere, el daño que ha causado en el camino niega cualquier cosa buena que pudiera haber salido de ella.

Entonces, ¿qué hace para asegurarse de que mantenerse firme no se interpone en su camino? Estas son cuatro estrategias:

  1. Tratar de entender: En pocas palabras, intente escuchar a la otra persona. En lugar de cerrar automáticamente la conversación, trate de entender su idea y su razón de ser. Muchas personas no escuchan porque tienen miedo de que si lo hacen, parezca que están de acuerdo con la otra parte. Este no es un motivo válido para no escuchando. El hecho de que comprenda a alguien no significa que esté de acuerdo con ella. Pero tendrá más posibilidades de exponer su posición si puede demostrar que al menos tiene una buena idea del contexto general. Y quién sabe, puede que cambie de opinión una vez que tenga el panorama completo.

  2. Esté abierto a las posibilidades: La gente demasiado testaruda cree a menudo que solo hay un curso de acción viable. Como resultado, se mantienen firmemente firmes en sus posiciones. Al abordar una situación con una apertura a, al menos, explorar otras alternativas, usted demuestra cierta flexibilidad, incluso si al final termina de nuevo donde empezó. Cuando alguien intente persuadirlo de algo a lo que se oponga con vehemencia, pregúntese: «¿Qué condiciones deberían darse para que me convenza de esta idea?» Al comprobar sus suposiciones, puede que sea capaz de considerar otras posibilidades que originalmente no estaban en su ámbito de competencia.

  3. Admita cuando se equivoca: Estar convencido de que tiene razón es una cosa. Inclinarse cuando sabe que se equivoca es imperdonable. En esta última situación, reconozca su error y hágase responsable de sus decisiones y acciones. A largo plazo, eso le hará ganar mucha más credibilidad que seguir con su plan original.

  4. Decida con qué puede vivir : Ser demasiado terco puede convertirse en un hábito. Y aunque mantenerse fiel a su interés en el terreno es admirable, no todas las situaciones justifican ese tipo de condena firme. En lugar de insistir siempre en su idea, decisión o plan, reconozca cuando está bien tomar una decisión con la que pueda vivir aunque no sea su primera opción. Puede ser que tenga más que ganar a largo plazo si demuestra que es persuadible a corto plazo.

En la raíz de toda terquedad está el miedo a dejar de lado sus propias ideas, convicciones, decisiones y, a veces, su identidad. Pero como autor reconocido James Baldwin declaró elocuentemente, «Cualquier cambio real implica la ruptura del mundo tal como lo ha conocido siempre… Sin embargo, solo cuando un hombre es capaz, sin amargura ni autocompasión, de renunciar a un sueño que ha apreciado durante mucho tiempo o a un privilegio que ha poseído durante mucho tiempo, es puesto en libertad… por sueños más elevados, por mayores privilegios». A veces, dejar de lado una posición demasiado firme puede resultar en más valor del que esperaba originalmente.

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