Se necesita: visión estratégica, no más regulación
por Leo M. Tilman
Si la caída de Lehman nos ha enseñado algo, es que el sector financiero tiene un impacto más profundo en la economía real de lo que muchos pensaban. Tiene el potencial de ayudar a impulsar el crecimiento económico, elevar el nivel de vida de las personas, la autorrealización y la inclusión en el proceso. O, como hemos visto en los últimos dos años, puede acabar con billones de dólares de riqueza en todo el mundo y llevar a los mercados de capitales y las economías al borde del colapso. La conclusión a la que están llegando muchas personas hoy en día es que necesitamos una mejor regulación, y más.
Una regulación rigurosa, coherente y coordinada a nivel internacional sin duda ayudará. Pero no abordará la dinámica conductual fundamental que está en el centro de la reciente crisis financiera. El hecho es que a los ejecutivos de los servicios financieros se les compensa en función del ROE, el P/E y otros indicadores de rendimiento similares, en términos absolutos y en relación con sus pares. Mientras tanto, los analistas de renta variable e inversores buscan empresas que generen beneficios contables consistentes y crecientes, independientemente del entorno económico y de mercado imperante. ¿El resultado neto? Círculos viciosos que llevan a malas decisiones y destruyen el valor.
Supongamos que una institución financiera que cotiza en bolsa —que acaba de presenciar el colapso de Lehman Brothers, Bear Stearns y AIG— decide reducir el riesgo y hacer crecer negocios menos volátiles, como la gestión de patrimonio, los servicios de asesoramiento, la creación de mercado o la banca comercial. Mientras tanto, sus pares han vuelto al ritmo de las cosas y están cargando sus balances de riesgos de todas las formas imaginables. ¿Cuánto tiempo podemos esperar que los ejecutivos de la empresa mantengan su visión antes de que las presiones competitivas por generar beneficios a corto plazo los obliguen también a asumir riesgos excesivos? ¿Cuánto pasará antes de que las juntas directivas se queden sin paciencia y sustituyan a estos ejecutivos?
En este momento, las instituciones financieras están en su apogeo. Tras años de presiones sobre los márgenes que precedieron a la última crisis financiera, la economía subyacente de las empresas financieras mejoró drásticamente durante la crisis, con curvas de tipos cada vez más pronunciadas, diferenciales entre oferta y demanda ampliándose, comisiones de suscripción y comisiones de venta aumentando, etc. Pero el déjà vu está a la vuelta de la esquina. Muy pronto, la calma de los mercados y las presiones competitivas de las empresas financieras totalmente mercantilizadas reducirán los márgenes y las comisiones, si no hasta el nivel de 2006, cerca de él. Como resultado, muchas instituciones financieras volverán a asumir riesgos, cuyo alcance a menudo se malinterpreta y gestiona mal. Se repetirá el mismo círculo vicioso que creó la crisis financiera actual.
Si esta sombría predicción se hace realidad, esa crisis futura —igual que la más reciente— no será un fracaso de la gestión del riesgo. Tampoco será un fracaso de los modelos matemáticos, los científicos de cohetes deshonestos o las distribuciones normales, como la Iglesia del Cisne Negro quiere que crea. Será una crisis causada por la continua desconexión entre las decisiones estratégicas y la gestión de riesgos. En otras palabras, los profesionales del riesgo comprenden perfectamente las ventajas y desventajas de los diferentes modelos de gestión del riesgo y lo que estos modelos pueden y no pueden hacer. Los problemas surgen cuando los principales responsables de la toma de decisiones financieras y los inversores institucionales malinterpretan o hacen un mal uso de esos modelos cuando tratan de mantenerse al día con la competencia o luchar contra las presiones sobre los beneficios.
Las reformas regulatorias que se están discutiendo ahora no pueden abordar fácilmente estas realidades. Hay un millón de formas diferentes en las que las instituciones financieras pueden asumir riesgos. Además, dada la continua falta de transparencia basada en el riesgo y el alejamiento de la contabilidad a precios de mercado, los mercados financieros, los inversores y los reguladores permanecerán ciegos ante el verdadero riesgo de los balances de las firmas financieras hasta que sea demasiado tarde.
La carga de desarrollar una visión estratégica para la organización —una que incorpore explícitamente la gestión de riesgos y aproveche las lecciones aprendidas de esta crisis— sigue recayendo directamente en los consejos de administración y ejecutivos. Para ellos, el principal desafío es fomentar culturas corporativas que den a la gestión del riesgo un lugar igual en la mesa en la que se toman las decisiones estratégicas. Las instituciones financieras (y muchas empresas no financieras) deben reconocer explícitamente que el riesgo desempeña un papel central en sus modelos de negocio. El riesgo ya es el principal determinante de sus ROE, ratios P/E, volatilidad de los beneficios y, en términos más generales, de su creación o destrucción de valor a lo largo del tiempo. La forma en que se toman las decisiones en los niveles más altos de las instituciones financieras (y la forma en que se estructuran y gestionan estas organizaciones) deben cambiar para reflejar esa realidad.
Elaborar una visión estratégica sólida para las empresas de servicios financieros será excepcionalmente difícil. Se necesitará un liderazgo y una determinación genuinos. Necesitará un amplio conocimiento sistémico, así como una apertura colectiva a las nuevas ideas. Exigirá un horizonte a más largo plazo que no se centre en los beneficios contables a corto plazo. Por último, pero no por ello menos importante, requerirá dinamismo en el sentido más amplio de la palabra. Todo esto es un trabajo duro. Pero por muy difíciles que sean estos esfuerzos, son mucho menos dolorosos que la alternativa: un fracaso darwiniano para evolucionar seguido de una ruina financiera.
Si estuviera al frente de una institución financiera pública, ¿cómo se resistiría a las expectativas equivocadas de beneficios a corto plazo de los inversores y los analistas de renta variable, o a los comportamientos imprudentes de sus pares?
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