Síndrome de Maquiladora en México
por Alejandro Ruelas-Gossi
México acaba de empezar a celebrar su bicentenario, que, mucha gente no sabe, en realidad marca dos hitos: 200 años de independencia del dominio colonial y 100 años desde la Revolución Mexicana de 1910. El 15 de septiembre de 2010, a medianoche, vi al presidente Felipe Calderón en la Ciudad de México repetir el famoso llamado a las armas de Miguel Hidalgo, El Grito, que termina con tres gritos de ¡Viva México! Me sentí orgulloso de ser mexicano y, una vez más, me pareció injusto que México no fuera considerado uno de los países BRIC, a pesar de que de vez en cuando circulan acrónimos como BRIMC y CRIMB.
Sin embargo, según la dura realidad de la luz del día, debo admitir que no es un error excluir a México de ningún grupo de economías de rápido crecimiento, como los BRIC.
En 1994, cuando México firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, parecía que se convertiría rápidamente en una de las economías más grandes del mundo, pero no ha estado a la altura de esa promesa. Mi país se enfrenta hoy a varios problemas: la ausencia de líderes políticos en los que la gente pueda confiar; la corrupción sistémica que, según algunas estimaciones, llega al 20% del PIB; la delincuencia organizada, principalmente el tráfico de drogas, que se ha convertido en el empleador preferido debido al alto desempleo; y un fuerte aumento del consumo de narcóticos debido al aumento de la oferta y a una mejor distribución.
Por encima de todo, hay una gran escasez de empresas innovadoras. Hace dos décadas, cuando surgieron empresas advenedizas mexicanas como Cemex, Femsa, Modelo, Telmex, Gruma, Alfa y Bimbo, parecía que México había creado un grupo de líderes mundiales. Cemex fue probablemente la primera multilatina del mundo, una empresa con sede en Latinoamérica y presencia global.
Las primeras multilatinas mexicanas crecieron rápidamente y, aún hoy, representan alrededor del 5% del PIB del país. Sin embargo, la tendencia se ha extinguido y no han aparecido más multilatinas en el país.
¿Por qué? Bueno, estoy convencido de que México ha sido víctima del síndrome de la maquiladora. El término maquiladora proviene de la antigua práctica de tener que pagar la parte de un molinero, o maquila, para procesar granos.
Hace décadas, el gobierno mexicano lanzó un programa de industrialización fronteriza, comúnmente conocido como Programa Maquiladora, que permitía a las empresas extranjeras establecer fábricas orientadas a la exportación en México. Durante los cinco años anteriores al TLCAN, el empleo en estas fábricas creció alrededor de un 45%; luego, aumentó alrededor de un 90% en los siguientes cinco años debido a la disponibilidad de mano de obra barata, la devaluación del peso y los cambios en los aranceles estadounidenses. Aunque la industria maquiladora sufrió debido a la recesión del 2000, su producción constituyó el 54% del comercio entre Estados Unidos y México en 2004 y, en 2005, representaba el 50% de las exportaciones de México.
Cuando las empresas extranjeras empezaron a invertir fuertemente en las fábricas del país, esto hipnotizó a los académicos, emprendedores y ejecutivos mexicanos, pero, sin darse cuenta, la tendencia se convirtió en un problema importante. De las diversas funciones de una empresa, solo unas pocas están presentes en una maquiladora: operaciones, gestión de recursos humanos y contabilidad. La alta dirección normalmente se centra en reducir los costes (reducir el denominador) y se centra en la calidad y la entrega puntual.
México se convirtió en la sede de varias plantas de fabricación de primer nivel y las empresas de todo el país han implementado las mejores prácticas en sus operaciones. Las universidades también se han infectado y sus planes de estudio hacen hincapié en las mejores técnicas de fabricación. Esto ha provocado que se descuiden otras áreas de la gestión, como la estrategia, las operaciones de tesorería, la I+D y, por supuesto, la innovación.
En otras palabras, los empresarios mexicanos descuidan el numerador, que es la palanca que permite a las empresas aumentar los ingresos mediante la innovación tecnológica y en los modelos de negocio. Toda una generación no ha aprendido a ser ni innovadora ni estratégica.
En los últimos tiempos, la industria maquiladora de México ha empezado a perder oportunidades frente a países con una fuerza laboral aún más barata, como China, Malasia, India y Vietnam. Puede que los responsables políticos de esos países quieran recordar la experiencia de México, pero el cambio puede no ser malo si obliga a las empresas mexicanas a aumentar el número y ser más innovadoras y estratégicas durante los próximos 200 años.
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