Prevalecen las cabezas más calientes
por Andrew O’Connell
El ejecutivo distante e impasible puede que se ajuste a la imagen del responsable empresarial ideal de las decisiones, pero las personas toman mejores decisiones cuando experimentan emociones intensas, sugiere un estudio.
Es decir, experimentar emociones pero no dejarse llevar por el mal camino por ellas. El estudio, realizado por Myeong-Gu Seo, de la Escuela de Negocios de la Universidad de Maryland, y Lisa Feldman Barrett, del departamento de psicología del Boston College, descubrió que los que tomaban las decisiones más eficaces eran aquellos que tenían sentimientos fuertes al tomar decisiones, pero que eran capaces de evitar que sus emociones impidieran su capacidad de razonar.
Los investigadores, cuyo trabajo aparece en un número reciente de la Revista de la Academia de Administración, hizo que unas 100 personas, procedentes de clubes de inversión, realizaran una simulación de inversiones en línea de cuatro semanas. Justo antes de «comprar» o «vender» acciones cada día según los últimos datos del mercado, los participantes registraron sus emociones y la intensidad de sus sentimientos.
Al tener en cuenta la edad y la experiencia de inversión de los participantes, los investigadores evaluaron el desempeño de las decisiones calculando cuál habría sido la rentabilidad si los participantes hubieran invertido realmente. (Los participantes también fueron recompensados, con dinero real, por tomar decisiones que hubieran generado altas rentabilidades).
Los participantes que experimentaban emociones más intensas en el momento de tomar sus decisiones sobre acciones (estuvieran relacionadas con la inversión o no) obtuvieron mejores resultados en sus inversiones. Los hallazgos respaldan la opinión de los investigadores que creen que las emociones fuertes, en lugar de ser perjudiciales en la toma de decisiones, son beneficiosas para ella porque aumentan la atención y la memoria.
En consecuencia, para mejorar la calidad de las decisiones, las empresas deberían esforzarse por librarse de las restricciones sociales que se oponen a las emociones intensas en el trabajo, afirman los autores. Al mismo tiempo, los directivos y los empleados deberían tratar de aumentar su autoconciencia emocional y aprender a describir y diferenciar sus sentimientos, especialmente los negativos, durante la toma de decisiones. Según el estudio, los participantes con una habilidad más refinada para percibir y describir sus sentimientos eran mejores a la hora de evitar que sus emociones sesgaran sus decisiones.
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