Haz crecer tu organización haciéndote crecer a ti mismo.
En los campos de batalla y en la sala de juntas, en las aulas y en los tribunales, los líderes desempeñan un papel crucial: unen a las personas y a las organizaciones, las guían por un camino determinado y les dan valor para seguir adelante. Pero, ¿qué hace exactamente a un líder? ¿Y cómo puedes convertirte en uno?
Bueno, el liderazgo adopta muchas formas diferentes y los líderes actúan con distintos grados de sofisticación. Esta jerarquía puede considerarse una escalera de liderazgo, y ascender por ella es un largo proceso que requiere aprender autodisciplina, cómo priorizar las tareas y cómo infundir integridad y visión a cada acción. En pocas palabras, un líder sabe que su crecimiento personal es fundamental para el crecimiento de su organización.
Si puedes comprometerte con este proceso, te convertirás en un mejor líder en poco tiempo, encarnando la palabra en todo lo que hagas.
En este resumen, aprenderás
- por qué la voluntad de cambio es crucial para el éxito;
- cómo Henry Ford estuvo a punto de fracasar.
- cómo Henry Ford estuvo a punto de fracasar; y
- por qué las acciones dicen más que las palabras
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El liderazgo consiste siempre en influir en los demás, pero puede adoptar varias formas distintas.
Todo el mundo -desde entrenadores de fútbol a ejecutivos de empresas o madres a tiempo completo- sabe que el liderazgo es una cualidad esencial de las personas poderosas. Pero, ¿qué es exactamente?
En un sentido sencillo, el liderazgo no es más que influencia; es la capacidad de inspirar a otros para que te sigan. En otras palabras, dejando a un lado todas las consideraciones morales, cualquiera que pueda atraer a un grupo de seguidores puede considerarse un líder eficaz. Eso incluye a personas como John F. Kennedy, Winston Churchill e incluso Adolf Hitler. Todas estas personas fueron líderes simplemente porque la gente les seguía.
Dicho esto, también hay que señalar que existe una jerarquía de liderazgo. Para ser exactos, hay cinco niveles diferentes: posición, permiso, producción, desarrollo de personas y personalidad.
El primero, la posición, es el nivel más bajo de liderazgo. Se trata de tener el derecho a ser líder. Dicho de otro modo, los líderes de posición son únicamente líderes debido a sus títulos.
El segundo nivel, el permiso, tiene que ver con las relaciones. Si has alcanzado este nivel de liderazgo, la gente te sigue porque sintonizas con sus necesidades y deseos; escuchas y valoras las opiniones de los demás. En consecuencia, un liderazgo de este tipo no durará mucho si descuidas las necesidades de los demás. Pronto perderán el interés y dejarán de seguirte.
El tercer nivel de liderazgo, la producción, se alcanza cuando las relaciones como las del segundo nivel empiezan a producir resultados. En este nivel, tu liderazgo es el resultado de tu éxito y el de tu equipo. La gente admira esos resultados y, por tanto, se alegra de seguirte.
Si consigues alcanzar el cuarto nivel, el desarrollo de las personas, éstas te seguirán porque valoran tu tutoría. En este nivel, un líder se ocupa de hacer crecer las habilidades de los demás, que responden con absoluta lealtad. En casos como éste, la gente te sigue porque está agradecida.
El último nivel de liderazgo es la persona. Aunque ciertamente es alcanzable, sólo lo alcanzan los líderes que se pasan la vida influyendo en los demás. En este nivel, eres una persona que infunde respeto, que es lo que inspira a los demás a seguirte.
¿Qué nivel describe tu estado actual de liderazgo? Independientemente de dónde te encuentres, en el resumen que sigue aprenderás a ascender y a destacar como líder.
El liderazgo consiste en establecer prioridades a varios niveles.
Así que quieres desarrollar tus habilidades de liderazgo. Entonces es mejor que conozcas las prioridades. Tener prioridades sólidas te permitirá determinar qué es lo más importante y en quién debes centrarte. Parece bastante sencillo, pero los buenos líderes establecen prioridades en más de un nivel.
Por un lado, tienes que ser capaz de priorizar distintos proyectos y tareas. Algunos serán importantes, otros urgentes y algunos serán ambas cosas. Esta última categoría es la que hay que priorizar.
Por ejemplo, redactar un informe sobre las cifras de ventas puede ser importante, pero no tan urgente. Tales tareas deben formar parte del trabajo cotidiano de tu equipo, pero hay que trabajar en ellas deliberadamente, sin prisas.
Luego hay proyectos y tareas que no son importantes, pero que son urgentes. Revisar tu correo electrónico es un buen ejemplo. Debes hacerlo rápidamente para poder pasar al trabajo que importa.
Y, por último, hay tareas que son importantes, pero que son urgentes.
Y, por último, está el trabajo que no es ni importante ni urgente, como archivar documentos, que puede hacerse en breves periodos de tiempo, quizá sólo una vez a la semana.
Ser capaz de revisar tu correo electrónico, por ejemplo.
Ser capaz de desglosar las cosas de este modo es clave, porque si no estableces las prioridades adecuadas, conducirás a tu organización en la dirección equivocada. Pero las tareas y los proyectos son sólo un nivel; también tienes que ser capaz de priorizar la energía, el dinero, el tiempo y el personal dedicados a cualquier proyecto o tarea. Para ello, aplica el principio 20/80.
Es decir, gasta el 80% de tus recursos -como dinero y energía- en el 20% de tus prioridades organizativas. Del mismo modo, debes planificar dedicar el 80 por ciento de tu tiempo al 20 por ciento de tu personal más productivo, que representa el 80 por ciento del éxito de tu organización. Toda prioridad por debajo de esto, el 80 por ciento restante, debe delegarse y subcontratarse. Y, naturalmente, el nuevo personal debe ser formado por el 20 por ciento de tu gente más productiva.
En pocas palabras, prioriza a las mejores personas, tareas y proyectos. Invertir en ellos dará como resultado el mayor éxito.
Una líder actúa según sus convicciones y respalda sus palabras con hechos.
Ahora que sabes cómo establecer prioridades, es hora de hablar de otro concepto básico del liderazgo: integridad. Tener integridad es adherirse sin falta a un conjunto de valores; estos valores son tu brújula, que guía todo lo que haces. Dicho de otro modo, las personas íntegras actúan basándose en lo que son.
Pero eso no es todo.
Pero eso no es todo lo que significa. La integridad también consiste en ser coherente y hacer lo que dices que harás. Ser capaz de cumplirlo así inspirará a la gente a confiar en ti y a seguirte.
Por ejemplo, una investigación de la Universidad de Stanford indica que la gran mayoría del aprendizaje -¡el 89%! – es visual. En otras palabras, si las personas a las que diriges te oyen decir que tu trabajo consiste en centrarte en el cliente y luego ven que prestas especial atención a los clientes de forma regular, acabarán por empezar a hacer lo mismo.
Ser capaz de mantener esa coherencia reforzará tu credibilidad como líder, porque la gente sabrá quién eres y qué pueden esperar de ti. Esto, a su vez, generará confianza, que es crucial para tu éxito.
Después de todo, ¿seguirías los consejos de alguien en quien no confías?
O imagina que estás en el ejército. ¿Seguirías a tu oficial al mando en una situación peligrosa si pensaras que es un farsante o te preocupara que pudiera dar marcha atrás en sus decisiones en el último momento?
Claramente, la confianza es esencial para el liderazgo, y la integridad puede ayudarte a construirla. La integridad también será la base de tu reputación duradera. A modo de ejemplo, piensa en lo que se siente al conocer por primera vez a alguien a quien idolatras.
La integridad es la base de una reputación duradera.
Muchas personas se sienten decepcionadas en esos encuentros porque el individuo idolatrado no resulta ser la persona que parecía ser desde lejos. Quizá parecía que tomaba decisiones claras, pero en realidad sólo está soplando al viento.
Por otra parte, las personas íntegras se aseguran una reputación que perdura. Esto se debe a que, si eres íntegro, no habrá diferencia entre la persona que pareces ser desde lejos y la persona que eres en las reuniones y en las interacciones cotidianas.
Los líderes deben aceptar el cambio y apoyar a sus seguidores.
Puede que pienses que eres un líder bastante bueno, pero ¿cómo puedes estar seguro?
Los líderes deben aceptar el cambio y apoyar a sus seguidores.
Una forma es evaluar lo beneficioso que ha sido tu trabajo. De hecho, este criterio es tan importante que crear un cambio positivo es el tercer principio del liderazgo. Los líderes deben estar siempre dispuestos a cambiar; si no lo están, su inflexibilidad puede afectar negativamente a toda la organización. Un líder debe ser capaz de adaptarse.
Por ejemplo, cuando Henry Ford creó el Modelo T, se encaprichó tanto del coche que se negó a considerar la posibilidad de cambiar un solo detalle; creía que era perfecto tal como era. Por este motivo, llegó a despedir a su principal responsable de producción, William Knudsen, que sugirió un nuevo diseño.
Puede que Ford fuera un genio de la fabricación, pero una resistencia tan rígida al cambio fue un gran paso en falso. Recuerda que el mundo se mueve a gran velocidad y la competencia es feroz. Para tener éxito en este entorno, tu empresa tiene que aceptar la posibilidad de que se produzcan cambios importantes. Si tú no puedes cambiar, tu organización tampoco podrá hacerlo.
En el caso de Ford, cambiar el Modelo T era sencillamente necesario. A pesar de lo que Ford pensara del coche, estaba pasado de moda y General Motors ya había empezado a desarrollar vehículos más modernos con los que el Modelo T tendría que competir. Aunque Ford se mantuvo reticente durante años, finalmente actualizó el Modelo T, lanzando el Modelo A y manteniendo su fuerte posición en la industria del automóvil.
Pero, como Ford, no era un hombre de negocios.
Pero, como líder, debes hacer algo más que simplemente aceptar el cambio. También tienes que reconocer los retos psicológicos que el cambio puede imponer a tus empleados.
El cambio exige que los empleados salgan de su zona de confort y se enfrenten a contextos radicalmente nuevos, lo que sin duda provoca estrés e inseguridad. Así que, para ayudar a los empleados a facilitar este proceso, debes hacer todo lo posible para asegurarte de que sepan de antemano por qué se produce el cambio, así como los objetivos que pretende alcanzar. Manteniendo informados a tus empleados, les das la oportunidad de asumir el cambio, lo que reducirá sus repercusiones negativas.
La autodisciplina es crucial para dirigir a los demás, pero no puede precipitarse.
¿Te sientes orgulloso de tu autodisciplina? ¿Puedes llevar a cabo todo lo que te propones sin que nadie te anime desde la barrera?
Bueno, si no es así, será mejor que aprendas a hacerlo, porque la autodisciplina es un rasgo clave de todos los líderes. Si no puedes seguir tu propio ejemplo, ¿cómo esperas que lo hagan los demás?
Por decirlo de otro modo, como líder, tu crecimiento es esencial para el crecimiento de tu organización. Dicho esto, el crecimiento requiere trabajo duro. Y aquí es donde muchas personas se convierten en su peor enemigo: carecen de autodisciplina y, como resultado, se quedan cortas como líderes.
Por tanto, empieza hoy mismo con un programa de autodisciplina.
Así que empieza hoy mismo con un plan pequeño pero comprometido que implique una rutina diaria. Empezar despacio es importante, ya que se necesita tiempo para desarrollar la autodisciplina y nadie puede hacerlo todo a la vez.
Piensa en el equipo de baloncesto de la Universidad de Indiana. En 1976, ganaron el Campeonato Nacional de la NCAA. Después de la victoria, su entrenador hizo una entrevista en 60 Minutos, explicando que la razón principal del éxito del equipo fue su autodisciplina y su voluntad de prepararse y mejorar continuamente.
Esto es lo que puedes hacer para conseguir el mismo tipo de éxito:
Empieza escribiendo y clasificando cinco áreas en las que quieras ser más disciplinado. A continuación, busca a alguien que ya sea disciplinado en el área que hayas puesto como máxima prioridad y pídele que te ayude a comprobar tus progresos.
A partir de ahí, dedica 15 minutos cada mañana a centrarte en esta área de mejora y tómate cinco minutos dos veces al día -una al mediodía y otra por la noche- para reflexionar sobre tus progresos.
Si repites esta rutina diaria durante 60 días, habrás adquirido la autodisciplina que necesitas para tener éxito en esta área, y podrás tacharla de tu lista y pasar a la siguiente prioridad.
Y, además, no te olvides de la autodisciplina.
Y no olvides que es importante celebrarlo cuando domines un área nueva, preferiblemente con la persona que te ayudó en el proceso.
Los buenos líderes tienen una visión fuerte que encuentran en lo más profundo de sí mismos.
¿Te consideras una persona visionaria?
Pues bien, para ser un buen líder hay que tener una visión fuerte.
Bueno, para ser un líder, tienes que tener una visión de hacia dónde te diriges y cómo persuadirás a los demás para que te sigan hasta allí. En este sentido, una visión es simplemente una idea clara de lo que la organización en general, y tu equipo en particular, deben hacer. Tu visión es lo que alimenta tu trabajo diario.
Por ejemplo, ¿sabías que Beethoven fue sordo durante los últimos 20 años de su vida, incluso durante la época en que escribió algunas de sus composiciones más famosas? ¿O sabías que Homero era ciego y que Rockefeller, cuando empezó a trabajar, sólo ganaba seis dólares a la semana?
No obstante, todas estas grandes figuras lograron cosas increíbles porque creían profundamente en lo que querían conseguir. En otras palabras, tenían una visión y vivían de acuerdo con ella.
Por el contrario, si no tienes una visión, te resultará difícil guiar a los demás hacia un objetivo. De hecho, hacerlo sencillamente no es posible sin el empuje, la perseverancia y el espíritu de equipo que aporta una visión.
De acuerdo, entonces, si crees que careces de visión, ¿qué puedes hacer?
Bueno, intenta pensar en lo que sientes en tu interior. ¿Con qué sueñas? ¿Qué te hace seguir adelante día tras día?
Hazte estas preguntas en relación con todos los aspectos de tu vida. Recuerda: Sólo cuando veas hacia dónde te diriges serás capaz de llegar allí.
Pero ten en cuenta que una visión por sí sola no hace a un líder; también necesitas la experiencia necesaria para recorrer el camino que te propongas.
La experiencia es lo que te permite llegar hasta donde te propongas.
Esa experiencia es lo que diferencia una visión de un idealismo ingenuo. Por ejemplo, si careces de experiencia, podrías esperar que la gente siguiera tu visión ciegamente, sin hacer nunca preguntas. Pero si has dirigido a otros antes y tienes una gran experiencia de liderazgo en tu haber, sabrás que la gente no seguirá confiadamente una visión expuesta por una persona cualquiera. La gente sigue a los líderes. Una vez que tu liderazgo atraiga seguidores, será fácil conseguir que ellos también compartan tu visión.
Conclusiones
El mensaje clave de este libro:
El liderazgo no consiste en ser mandón y dar órdenes a los demás. Más bien, los buenos líderes dan buenos ejemplos y trabajan diligentemente para mejorar personalmente. Viven de acuerdo con sus valores, están abiertos al cambio y se guían por una visión que invocan desde lo más profundo de su ser.
Liderazgo es dar órdenes a los demás.
Consejos Accionables:
Consejos Accionables:
Consejos Accionables:
Consejos Accionables.
Un buen líder escucha a su equipo.
La próxima vez que uno de los miembros de tu equipo acuda a ti con una pregunta o una preocupación, asegúrate de escuchar atentamente lo que te exprese. Es importante centrarse en algo más que las palabras literales que se pronuncian. Presta atención al tono de voz y al lenguaje corporal, y si el miembro del equipo dice algo con lo que no estás de acuerdo, no te enfades ni interrumpas. Escuchando de este modo, podrías obtener información valiosa que de otro modo te habrías perdido por completo.
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