Un nuevo tipo de filantropía: donar datos
por Robert Kirkpatrick
Todos reconocemos que sin el apoyo del sector privado, muchos de los programas públicos de arte, salud y educación —que damos por sentados— no existirían. Ese mismo espíritu debería extenderse a los Big Data. En el punto álgido de la crisis financiera mundial de 2009, el Iniciativa Global Pulse (del que soy director) fue creado por el Secretario General de las Naciones Unidas como laboratorio de I+D para averiguar si el Big Data y la analítica en tiempo real podían ayudar a que la formulación de políticas fuera más ágil y eficaz. Cada vez hay más pruebas de que sí.
Por ejemplo, en los países en desarrollo, los operadores de redes móviles pueden estimar los ingresos familiares de sus suscriptores a partir del número y la frecuencia con que compran tiempo de emisión. Las conversaciones en línea en blogs y foros pueden presagiar picos de desempleo inminentes. El volumen de tuits que mencionan los precios de los alimentos tiende a subir y bajar con las tasas de inflación, y los patrones de llamadas a través de las redes de telefonía móvil cambian en respuesta a los precios de productos específicos. Esta investigación ha cambiado el debate, de si el Big Data puede tener un impacto social a cómo. Para la ONU, esta capacidad de recopilar información en tiempo real podría transformar nuestra labor de proteger los avances en materia de desarrollo entre las poblaciones más vulnerables del mundo.
El Big Data también tiene graves implicaciones para la salud pública. Twitter se ha convertido en una fuente de datos útil para rastrear todo, desde los impactos de los terremotos hasta los brotes de enfermedades y el uso indebido de los medicamentos con receta. Las principales instituciones de EE. UU. y Australia ya están lanzando sus propias herramientas de monitorización de Twitter en tiempo real. Tras el devastador terremoto de Haití, investigadores de la Universidad de Columbia y del Instituto Karolinska de Suecia trabajaron con el operador de telefonía móvil Digicel para utilizar torres de telefonía para mostrar dónde se movían las personas de las zonas más afectadas por el cólera y se llevaban consigo la bacteria contagiosa. La sociedad en su conjunto se beneficia de aplicaciones como estas.
Sin embargo, el sector público no puede aprovechar al máximo los Big Data sin el liderazgo del sector privado. Lo que necesitamos son medidas que vayan más allá de la responsabilidad social corporativa. Necesitamos que el Big Data se trate como un bien público.
La tecnología necesaria para el análisis de los Big Data en tiempo real es tan nueva que incluso el sector privado se esfuerza por aprender a utilizarla de forma eficaz para aumentar los beneficios. Y si bien se merecen la oportunidad de centrar su talento e investigación en obtener beneficios para sus accionistas, sería un enorme descuido que el sector público se quedara atrás.
Incluso los expertos del sector privado afirman que para que se aproveche el verdadero potencial del Big Data, habría que combinar diferentes flujos de información. Los datos de las redes sociales combinados con los datos de teléfonos móviles combinados con los datos de tiendas pueden ser necesarios para ofrecer una imagen más completa de lo que se necesita después de una crisis mundial, como un desastre natural u otra recesión económica. Este tipo de análisis puede requerir que varias empresas del sector privado compartan información potencialmente confidencial. No es razonable esperar que asuman este riesgo a menos que estén convencidos del beneficio público.
En Global Pulse, nuestra estrategia ha consistido en formar asociaciones estratégicas con las principales organizaciones que cuentan con los conocimientos en datos, tecnología y humanos necesarios para aprender a realizar este análisis. Nos hemos acercado a las empresas con un liderazgo intelectual en lo que llamamos filantropía de datos, la idea de que los «poseedores» del Big Data del sector privado puedan poner este valioso recurso a disposición del público.
En última instancia, imaginamos un mundo en el que el sector privado contribuya a un patrimonio común de datos en tiempo real. Sin embargo, reconocemos que solo lo harán según sus propias condiciones y, al final, hacerlo debe tener sentido desde el punto de vista empresarial. Creemos que pueden compartir diferentes tipos de datos en tiempo real de formas que no comprometan su competitividad en el mercado y que, en el proceso, protegen plenamente la privacidad. Se necesitarán coraje, imaginación, nuevos marcos regulatorios, políticas innovadoras y nuevas ideas sobre cómo se pueden estructurar las asociaciones entre el sector público y el privado, pero debemos hacer realidad esta nueva realidad.
Los debates en el sector privado se han convertido en una lucha existencial entre dos bandos: uno que cree que la privacidad ha muerto y que las ganancias son lo más importante, y otro que teme que cualquier reutilización de los datos más allá del propósito original para el que se recopilaron sea una amenaza potencial para la privacidad y las libertades civiles. Nuestro objetivo es incluir un tercer polo en este debate: los macrodatos son un bien público sin procesar y debemos trabajar juntos para encontrar formas de aprovecharlos con un impacto social masivo, de forma segura y responsable. Para que esto suceda, la filantropía de datos tiene que convertirse en una prioridad del sector privado.
Esta publicación forma parte de un debate en línea sobre Cómo el Big Data puede tener un impacto social, que organizamos en colaboración con el Foro Mundial de Emprendimiento Social de Skoll. Puede ver todo el debate aquí.
Aumentar el impacto social
Información de HBR y The Bridgespan Group
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