Una meditación de 10 minutos para ayudarlo a resolver conflictos en el trabajo
por Monique Valcour

Hay pocas cosas en el trabajo tan estresantes como sentir que no puede comunicarse con alguien que repercuta en lo bien que hace su trabajo y en la calidad de su experiencia en el trabajo. ¿Cuántas veces ha pensado detenidamente en algo que quiere comunicar a su jefe, a un colega o a un subordinado, y se da cuenta de que abandona la conversación enfadado o frustrado por lo que ha ido?
Karen (nombre ficticio), directora de programas de una organización sin fines de lucro, tuvo una experiencia como esta cuando intentó convencer por primera vez a su jefa, María, de que la dejara trabajar desde casa tres tardes a la semana. Había pensado detenidamente en cómo hacer el argumento más persuasivo. Estaba preparada con una justificación que abordaba sus propias necesidades y las de su empleador, los detalles de cómo gestionaría la comunicación en caso de ausencia física y la aceptación de sus colegas.
Así es como se desarrolló la reunión:
Karen: María, tengo un hijo de 14 años que tiene problemas. Está causando mucho estrés en mi familia y me dificulta actuar en el trabajo. Si estuviera más por aquí por las tardes, podría proporcionarle la estructura que necesita para centrarse en sus tareas escolares. Así que me gustaría trabajar a distancia tres tardes a la semana. Estoy seguro de que puedo trabajar eficazmente desde casa. He contactado con todas las personas con las que trabajo y nadie tiene ninguna objeción. Tengo la tecnología que necesito. Creo que voy a ser más productivo sin las interrupciones que se producen en la oficina. Podré redactar mis informes más rápido, lo que también debería serle de ayuda.
María: No tengo hijos, pero me parece que ayudar a su hijo con los deberes sería una gran distracción durante la jornada laboral.
Karen: No voy a estar sentado a su lado ayudándolo a hacer sus deberes, solo digo que al estar presente en casa, podré redirigirlo a sus deberes si necesita estructura.
María: ¿No hay ningún programa extraescolar en el que pueda ponerlo?
Karen: No. Mire, mi hijo lo está pasando muy mal, tanto social como académicamente. Sabe que estoy totalmente comprometido con mi trabajo. Trabajo muchas más horas de las que me pagan y estoy encantado de hacerlo. ¿No podría darme esto, por favor? La verdad es que no es gran cosa, pero significaría mucho para mí.
María: No me siento cómodo con poner en marcha un acuerdo como este de forma tan ad hoc. Es muy importante que los altos directivos vean nuestra área de programas como algo sólidamente profesional. No quiero dar a nadie la impresión de que no estamos totalmente centrados en lograr nuestros objetivos. Ya sabe cómo habla la gente en esta organización.
Karen salió de la reunión sintiéndose derrotada. ¿Por qué, se preguntó, María tenía que ser tan rígida?
Karen cayó en la misma trampa que atrapa a los líderes a diario: pensar que un argumento sólido por sí solo es la clave de una comunicación eficaz. Igual de importante es la agilidad relacional trabajar con cualquier cosa que surja en el entorno dinámico de la interacción humana, especialmente con todo lo que sienten pero no articulan ambas partes de la conversación. La trampa aparece en la actitud defensiva de Karen cuando María rechaza su argumento, así como en el malestar de María por la petición de Karen.
El primer paso para desarrollar la agilidad relacional es ser más consciente de cómo piensa e interactúa con los demás, especialmente con las personas que le resultan difíciles. El segundo paso es desarrollar la curiosidad y la compasión por sus puntos de vista y experiencias. Una herramienta sencilla y eficaz para desarrollar estas capacidades es la práctica de metta meditación («bondad amorosa»).
Practicar la meditación de la bondad amorosa produce dos beneficios importantes para aumentar la agilidad relacional. En primer lugar, le ayuda a ser mucho más consciente de sí mismo y de cómo se relaciona con la otra persona. Aprende a reconocer los pensamientos (como «No confío en él») cuando entran en su mente y a dejarlos ir sin juzgarlos ni reaccionar ante ellos. Esto evita que se deje atrapar por ideas que pueden hacer tropezar cuando está navegando en una conversación de alto riesgo.
En segundo lugar, el ejercicio de meditación ayuda a cultivar una mayor conciencia y compasión por la otra persona. Esto es especialmente crucial en las relaciones marcadas por la frustración o el resentimiento, porque esas emociones reducen nuestras percepciones y hacen que nuestras interacciones sean más torpes, rígidas y propensas al fracaso. Como los caricaturistas que exageran los rasgos físicos más destacados de sus sujetos, distorsionamos mentalmente a quienes perciben como oponentes y los reducimos a una colección limitada de rasgos y comportamientos. (Tal vez trabaje con alguien que considere un ogro, una bruja, un tonto o una serpiente). Entonces interactuamos con esa caricatura más que con la persona en su totalidad. La meditación abre nuestra visión para incluir las muchas facetas, funciones y experiencias de la persona que pueden haber dado forma a sus patrones de pensamiento y comportamiento. La práctica también nos ayuda a ver cómo participamos de formas que interrumpen la comunicación. Con conciencia y compasión, es mucho más fácil encontrar puntos en común.
Leer este artículo por sí solo no desarrollará su agilidad relacional. De hecho, el aprendizaje intelectual puede ser un apoyo para la inacción. Lo veo una y otra vez en los líderes que dicen: «Oh, sí, he leído sobre lo importante que es la atención plena», pero que no tienen ninguna experiencia directa con ella. La práctica es esencial para desarrollar y mantener la agilidad relacional. Al igual que con el ejercicio físico, una sola sesión de meditación sobre la bondad amorosa no lo pondrá en forma, aunque puede que produzca beneficios tangibles a corto plazo.
Antes de ir a su próxima reunión estresante, tómese diez minutos para despejar su mente y afinar su cerebro para la eficacia interpersonal. Esta es la práctica:
Busque un lugar tranquilo para sentarse o estar de pie cómodamente. Cierre los ojos si lo desea. Inhale y llene sus pulmones de oxígeno. Exhale despacio, liberando cualquier tensión que pueda tener. Deje que su mente se centre suavemente en su respiración natural, prestando atención a la sensación del aire que entra y sale de su cuerpo. Cuando su mente se desvíe, devuélvala suavemente a su respiración. Levante las comisuras de la boca con una leve sonrisa. Continúe con esta meditación de atención plena durante dos minutos.
La meditación sobre la bondad amorosa comienza con centrarse en uno mismo. Sin la autocompasión, es difícil cultivar la compasión por los demás. Continuando con la respiración, repita despacio las siguientes frases varias veces:
Que pueda estar a salvo, que sea feliz, que pueda estar sano, que no sufra.
Mientras repite las frases, acomódese en la intención de buena voluntad que transmiten. Conecte su respiración con las intenciones positivas que dirige hacia sí mismo. Sonría si lo desea.
Ahora recuerde a una persona que se ha preocupado profundamente por usted, como un mentor o un amigo cercano. Centrándose en esa persona y continuando con la respiración, repita lentamente las siguientes frases varias veces para centrarse en las intenciones positivas que dirige a esa persona:
Que esté a salvo, que sea feliz, que esté sano, que esté libre de sufrimiento.
Luego, repita las frases y las intenciones positivas mientras se centra en una persona a la que conozca en el trabajo, pero que no conozca bien.
Por último, concéntrese en la persona con la que tenga dificultades. Observe qué tipo de pensamientos y emociones surgen. Si son negativas, puede que ayude repetir algunas frases, como las siguientes:
Tiene esperanzas y sueños, igual que yo.
Tiene ansiedades y miedos, igual que yo.
Ha conocido el sufrimiento, igual que yo.
Desea ser feliz, igual que yo.
Luego, siguiendo con la conciencia de su respiración y centrándose en la persona, repita las frases varias veces:
Que esté a salvo, que sea feliz, que esté sano, que esté libre de sufrimiento.
Concluya su práctica de meditación y continúe con su día, llevando consigo las intenciones de buena voluntad para usted y para los demás.
Para entender por qué somos torpes en las relaciones difíciles, tenga en cuenta que los patrones habituales de pensamiento y comportamiento son como los surcos profundos que se abren en un camino de tierra por el paso repetido de los neumáticos. Cuanto más profundas sean las ranuras, más probabilidades hay de que nos quedemos atrapados en ellas. Por eso tendemos a tener la misma discusión repetidamente con ciertas personas y nos encontramos incapaces de liberarnos del guion conocido. La meditación de amor bondadoso mejora nuestra capacidad de ver esos surcos con más claridad, de salir de ellos y de elegir intencionalmente un camino mejor y más eficaz.
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